domingo, 6 de noviembre de 2011

ceja de perro.

Después de largos meses sin escribir, me siento poco capaz pero feliz de contarles un cuento, pero me gustaría que fuera con esta música de fondo mientras lo leen (http://www.youtube.com/watch?v=qds3LjRKprk). Mi estilo de vida ha cambiado un tanto poco, ja! que presumida, lo siento... entonces ahora es cuando escribo el mini-cuento.


Un niño muy triste estaba, todos se burlaban porque tenía una línea de ceja. Se tomó tan a pecho su apodo que sentía transformaciones superficiales que lo acomodaban. Así es, despertó siendo un perro, un perro muy extraño. Rápidamente los días corrían y notó que era más aceptado como el nuevo ser que representaba, que como un niño "normal". 

Todos jugaban con él, lo abrazaban, lo mimaban, lo llamaban con cariño y cada vez que sentía una suave palma bailando en su felpudo cráneo babeaba como una cascada, figurando una sonrisa que deslizaba el metro de carne rosada que  colgaba.


Corriendo el tiempo, este chascón comenzó a envejecer más rápido que sus compañeros, ya no corría como tiro al blanco, ya no saltaba como el resorte suelto del sofá año 90', ya no olfateaba la empanada de pino que cocinaba su mamá, ya no escuchaba como el inquietante gato de la calle se escondía en el tejado y lo más triste es que... ya no lo querían como el tierno cachorro que era antes. Estaba más delgado, como una pitilla y  donde iba lo corrían por viejo y lento. Pasó a ser un miembro de la comunidad "vida de perros". Se comparaba con sus compañeros y le frustraba ver que ellos seguían siendo niños, pero ¿Por qué él estaba más anciano si igualaba la edad de ellos?


Ceja de perro ya no quería ser un perro, deseaba con mucho poder volver a ser el mismo niño de antes, tan grande fue su deseo y la fe que puso en volver a ser naturalmente quién era, que de una forma extravagante, como una explosión "bigbang-era" volvió a ser quién siempre debió ser... él mismo.




Por: Javi L.