domingo, 16 de agosto de 2009

Luna Verde.

Ya puestos a pedir, pediré que la noche tenga una vela en el ombligo.
Y por qué no, quiero también un par de ojos en un frasco para poder mirarles tiernamente.
Me gustaría una manta de color sol y luz sentir abrazos no-humanos.
Al fin y al cabo, tampoco pido tanto, solo pido un trozo de mundo.
Me encantaría pedir el pedir y tener una silla blanca, y que el pelo infinito azotado por el viento me haga de carruaje por los senderos y las montañas.
hasta siempre conciencia, hasta siempre.
Al no estilo de Fellini.

Un mar de sueños.


¡Aquí está! El suelo se volvió rojo. Muy rojo. Más rojos que tus muslos al sol. Más rojo que unos ojos embriagados de alcohol. Es así como el oceánico suelo borda unos labios de mujer al galopante paso del cansado paseo. El hombre se detuvo para observar. -No hay nada - pensó - y por eso no veo nada. Más tarde, otro hombre crece en mitad del espejismo de la arena desértica, como si se acercara. Como si ya estuviera allí. - Llegas tarde. - He tardado justo lo que tardas tú en ubicarte, amigo mio. Se apretaron las manos y se dieron un abrazo casi humilde. -¿Vamos? - Bueno. Caminaron por la orilla de la mar, conversando algunos días y callando algunas noches. Otros momentos los dedicaban a pensar en qué hubiera pasado si no se hubieran imaginado en ningún momento su playa. Quizás se darían cuenta de lo mucho que puede llegar a hacer un espejismo. Pero ya estaban acostumbrados. Quedaban por esas playas todas las noches, en sus sueños, y allí se esperaban el uno al otro. Sin embargo, de vez en cuando, alguno de los dos se perdía en profundidades inhóspitas.